Creo que para todos es claro, o debería serlo, que el amor es un valor fundamental para la familia. La familia es la escuela del amor, donde primero aprendemos a amar de pequeños; y de este aprendizaje primario del amor muchas veces depende si, más adelante en nuestra vida, nuestro amor es completo, íntegro, y enriquecedor. Si no hay amor en la familia, ¿en donde lo habrá?
Por eso resulta extraño que el amor, al menos en algunos estudios sobre los valores, no ocupe el primer lugar en los valores familiares. Más todavía, cuando he trabajado sobre los valores de la familia en grupos focales, con frecuencia el amor no está entre las primeras menciones y se olvida jerarquizarlo hasta que algún miembro del grupo dice: "Oigan, se nos está olvidando el Amor
Una familia que no satisface las necesidades emocionales de sus integrantes, no cumple con sus funciones, o sea es una familia disfuncional. Un aspecto de la disfuncionalidad, es la falta de comunicación, los miembros no pueden expresar libremente sus sentimientos, la unión no es productiva.
La comunicación defectuosa, lleva a un deterioro en el relacionamiento de sus miembros, que provoca discusiones, frustraciones, hostilidades. También podemos encontrar como manifestación típica de estas familias, la confusión de roles dentro de la misma.
Las familias disfuncionales, niegan que exista un problema en su seno, y responden de manera agresiva a todo intento de ayuda. La mentira es empleada como forma de ocultamiento de la realidad, para mantener una fachada aparentemente normal. La desesperanza y la frustración, contribuyen a desarrollar una incapacidad para afrontar los problemas. Se dan manifestaciones de violencia física y emocional. No se comparten actividades colectivas positivas, tan sólo las crisis. El relacionamiento afectivo se da en base al autoritarismo y el miedo, con ausencia del cariño y la tolerancia.
La familia es la primera y más importante estructura de autoridad que experimentamos todos nosotros. Por tanto, nuestro carácter, nuestro concepto de autoridad, y nuestra actitud hacia ella, son básicamente formados en la familia. Pero también las heridas más profundas de nuestra vida, generalmente son las que provienen de nuestra niñez y de nuestra familia. Una familia que funciona mal, ejerce una presión constante que deforma emocionalmente de por vida a aquellos que se crían en ella.
Además, la familia es la célula básica de la sociedad. Por tanto, los problemas y las disfunciones de la sociedad se reflejan en la familia, y las disfunciones de las familias se proyectan en la sociedad. Un número "suficiente" de familias disfuncionales hace que la sociedad entera se vuelva disfuncional.
Lo malvado de esta influencia es que pasa desapercibida. El niño que crece en una familia disfuncional, por lo general no se da cuenta de que su familia no es normal.
Muchas personas piensan que una vez que abandonen la casa de sus padres, dejarán atrás sus problemas familiares y de su infancia. Pero lo cierto es que muchos pueden encontrarse de nuevo con los mismos problemas, así como sentimientos y formas de relacionarse similares.
Los niños que crecen en familias psicológicamente sanas y funcionales, se crían en un ambiente que les ayuda a sentirse valiosos y queridos, aprenden que sus sentimientos y necesidades son importantes y pueden ser expresadas. Estos niños suelen formar, en la edad adulta, relaciones saludables y abiertas.
Sin embargo, muchas familias no logran satisfacer las necesidades emocionales o físicas de los niños; además, los patrones de comunicación de la familia pueden limitar severamente la expresión de las necesidades y emociones de los niños. Los niños que crecen en familiar de este tipo suelen tener una baja autoestima y creer que sus necesidades no son importantes o que los demás no las van a tomar en serio. Como resultado, pueden formar relaciones insatisfactorias en la edad adulta.
Tipos de familias disfuncionales
Algunos de los patrones que suelen darse en familias disfuncionales son los siguientes:
Uno o ambos padres tienen adicciones o compulsiones (drogas, alcohol, juego, trabajar de un modo excesivo, promiscuidad, etc.) que ejercen una fuerte influencia en la familia.
Uno o ambos padres usan las amenazas o la violencia física como el método principal de control. Los niños pueden verse obligados a ser testigos o víctimas de la violencia, ser forzados a usar la violencia física con sus hermanos, o vivir bajo el miedo y las amenazas del castigo o de estallidos violentos por parte de sus padres.
Uno o ambos padres explota al niño y lo trata como si fuera una posesión cuya obligación consiste en responder a las necesidades físicas y/o emocionales de los padres (por ejemplo, niños que tienen que proteger a sus padres, animarlos cuando están deprimidos, etc.)
Uno o ambos padres son incapaces de proporcionar al niño los cuidados básicos y financieros necesarios, o amenazan con privar al niño de tales cuidados. O bien, no le proporcionan el apoyo emocional adecuado.
Uno o ambos padres ejercen un control excesivamente autoritario sobre los niños. A menudo estos padres se adhieren de manera rígida a un sistema de creencias particular (religioso, político, personal, etc.). De los hijos se espera que cumplan con ese sistema de creencias de manera inflexible y sin tener en cuenta sus puntos de vista o preferencias.
Cuando predominan los patrones como los descritos, conducen al abuso o la negligencia. Los niños pueden:
Ser forzados a ponerse de parte de uno de los padres en los conflictos.
Ser testigos de una alteración de la realidad, en la que lo que se dice contradice a lo que de verdad ocurrió. Por ejemplo, un padre puede negar que algo que el niño ha visto ha sucedido. Esto lleva a los niños a dudar de su propio juicio.
Ser ignorados, rechazados, no tenidos en cuenta o criticados por lo que sienten o piensan.
Tener padres que son excesivamente distantes y que apenas se implican en las vidas de los hijos.
Ser sometidos a unas normas demasiado rígidas respecto a su comportamiento, elección de amistades, planificación de su tiempo, etc. o por el contrario, no tener ninguna disciplina en absoluto.
Tener padres que se inmiscuyen de manera excesiva en las vidas de sus hijos o son sobreprotectores.
Ser privados de una comunicación completa y directa con otros miembros de la familia, como si no fueran parte de ella.
Ser maltratados físicamente.
Como resultado...
El abuso y la negligencia impide al niño desarrollar una confianza en el mundo, en los demás y en ellos mismos. En la edad adulta, les puede costar confiar en los demás, dudan de su propio juicio y de su propio valor como personas. No es raro que también hayan tenido problemas en los estudios, relaciones con los demás y desarrollo de su propia identidad.
Con frecuencia, estas personas tratan de negar lo sucedido y describir a sus familias como normales. Por desgracia, cuanto más luchen por creer que la situación era normal, más posibilidades tienen de desarrollar conceptos negativos de sí mismos (es culpa mía, soy mala persona, soy un inútil, no hago nada bien), porque al privar de toda culpa o responsabilidad a sus padres, solo pueden culparse a sí mismos.
Recopilado de la red y ampliado por:
Osokong
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